Por un lado, está el subarrendamiento, una forma de relación que ha crecido de forma muy importante en los últimos años. En estos casos un inquilino, que es quien el que tiene el contrato de alquiler, es el que alquila una habitación a otra persona. Esto es importante porque tanto el alquiler, como los gastos derivados del mismo (consumo de suministros) tienen como responsable a ese inquilino. En este caso lo normal es que en la cuota que paga el subarrendando incluya los servicios que utiliza.
Por el contrario, en el alquiler compartido, muy utilizado por grupos de amigos o compañeros de estudios tiene puntos similares pero una importante diferencia, en el contrato tienen que aparecer todos los inquilinos, es la misma que si se alquilase un inmueble completo a una persona.
En este caso, es recomendable que los arrendadores especifiquéis en el contrato si cada uno tiene que hacer frente por individual o si el pago tiene que ser único de todos los que habitan la casa, por lo que ya hay un cambio fundamental con respecto a la responsabilidad económica en caso de impago.
Aquí es donde deriva la principal diferencia, a través de estos contratos cada persona tiene que pagar su parte proporcional de las obligaciones en lo que se incluyen los suministros como electricidad, agua o Internet.
Cómo gestionar los gastos comunes
Un impago de la renta de uno de los inquilinos en este último tipo de contrato genera un problema para el resto ya que el resto serán responsables de pagar la totalidad de la renta al propietario.
En un contrato de servicios como electricidad o teléfono solo figura un único titular, por lo que si hay un impago él será el responsable y quien asuma todas las obligaciones, pudiendo incluso llegar a acabar en un registro de morosos en caso de no hacer frente a la deuda.
Por todo ello garantizar cobrar de forma anticipada estos gastos es algo importante. La forma de hacerlo es tener una cuenta en común con todos los integrantes en la que todos los meses se haga un ingreso de una cantidad estimada para poder así hacer frente a las facturas.
Lo más habitual es hacerlo de forma de provisión, es decir, que sea anticipada basándose en una estimación de cuales serán los gastos y no repartiendo unos gastos reales. Las razones son dos. En primer lugar, tener el dinero antes y, por tanto, que nadie anticipe el importe de una factura. En segundo lugar, por el riesgo que supone que el titular del contrato pague y luego tenga una reclamación.
Para minimizar ese riesgo en tus finanzas personales, que se maximizan en situaciones de problemas económicos como la actual, también es recomendable que se haga un ingreso por los gastos de forma muy anticipada. Por ejemplo, una cantidad que cubra tres meses inicialmente y, posteriormente ir pagando esa provisión para que siempre se haya saldo suficiente en caso de impago.
Si el contrato de alquiler finaliza, tan solo habrá que ver que se ha ingresado y que parte ha cubierto sus gastos para devolverle lo pagado más. Una gestión eficiente, en la que es importante minimizar riesgos que pueden llevar a problemas para el titular de los contratos.