Vivimos en una sociedad en el que las decisiones económicas influyen enormemente en nuestro día a día. Muchos conceptos nos rodean y entre ellos, uno de los más importantes es la inflación, o el crecimiento de precios. Todos los meses, el Instituto Nacional de Estadística (INE) nos informa de cómo evolucionan los precios a través del Índice de precios de consumo (IPC).

El IPC es una medida estadística de la evolución de los precios de los bienes y servicios que consume la población residente en viviendas familiares en España. Estos bienes y servicios conforman una cesta de la compra y, por ello, esta se conforma según la importancia que tengan en el consumo, se ponderan, para así calcular de forma más exacta posible como la evolución de precios influyen en nuestro consumo y gasto.

La evaluación de precios, por tanto, nos influye mucho. Lo más conveniente para la economía general es que estos suban de forma moderada y controlada. Es decir que se produzca una inflación (subida de precios) pero esta no suponga un problema económico, situándose o por debajo del crecimiento económico (PIB) con tasas por debajo del 2%-3%. Ante la evolución de precios tenemos dos riesgos:

  • Deflación: Cuando los precios bajan de forma general. Más allá de descensos coyunturales en algunos productos que son comunes, como que bajen los combustibles porque descienda el petróleo en alguno momento por cambio de actividad económica, la deflación, general y continua en el tiempo, es síntoma de crisis económica: los precios bajan porque empresas y consumidores no consumen (compran).
  • Inflación muy elevada: Si los precios crecen mucho y con rapidez, especialmente porque se utilizan políticas monetarias expansivas muy agresivas (se pone mucho más dinero en circulación) se produce una inflación muy elevada o hiperinflación. Este fenómeno que se produjo, por ejemplo, en Alemania entre las dos guerras mundiales o actualmente en países como Venezuela, hace que el dinero que tengas valga mucho menos y, con ello, perdamos poder adquisitivo, que tu dinero se devalúa.

Además de estos dos riesgos extremos lo que si es muy común es que se produzca una devaluación de tu dinero, una pérdida de poder adquisitivo por el mero hecho de que suban los precios por encima de que lo hacen tus ganancias. Esta devaluación económica tiene dos componentes principales:

  • Que tus salarios crezcan a menor ritmo que la inflación: Si, por ejemplo, tu sueldo en un año aumenta en un 1% y el IPC, los precios, lo hacen en un 3%, el resultado es que tienes una pérdida del poder adquisitivo en el 2%.
  • Que las ganancias de tus inversiones estén por debajo de la inflación: Otro componente muy importante son los ahorros o las inversiones y su rendimiento. Si, por ejemplo, con tus ahorros consigues un 0,5% y la inflación es del 3%, se produce una devaluación de nuestro dinero ahorrado del 2,5% por la misma razón, el rendimiento conseguido no supera los precios.

Esta última coyuntura es muy común en estos momentos en España y en el entorno de la Unión Europea (UE) en general -así como en el resto de los países desarrollados-. Con unos tipos de interés muy bajos como los actuales (en la zona euro están en el 0% con algunas referencias como las Letras del Tesoro o los Bonos del Estado en negativo), los ahorros clásicos (cuentas remuneradas y depósitos principalmente) apenas dan rendimiento, mientras, los precios, aunque moderadamente suben, el 1,3% en España en marzo de 2021.

El resultado es que esta situación condiciona nuestra economía familiar. Sobre los salarios, no podemos hacer nada, ya que su subida es una decisión ajena, de nuestro empresario, o del Estado en caso de pensiones públicas. Mientras que, en el ahorro y el consumo, incluido pedir un préstamo, sí podemos tomar decisiones que nos benefician: lo explicamos.
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Rentabilizar mi dinero ¿Es posible?

El primer grupo de decisiones lo podemos tomar sobre el ahorro. Es cierto que es más difícil rentabilizar nuestro dinero, pero es posible, pero antes de ver cómo aprovechar las oportunidades existentes, lo que es fundamental es que mantengamos una estructura de ahorro coherente.

A la hora de pensar en ahorro debemos distinguir necesidades a corto plazo, medio plazo y largo plazo:

  • A corto plazo: Es el dinero que necesitamos tener, o que buscamos al menos, para cubrir cualquier caso de imprevisto. Una avería del coche, sustituir un electrodoméstico, un descenso de nuestros ingresos… son muchas razones las que nos pueden obligar a tirar de ahorros para cubrir estos gastos, por lo que este “colchón” debe estar en productos que sean líquidos, que podamos utilizarlos en cualquier momento, como ocurre con cuentas corrientes, cuentas remuneradas o depósitos.
  • A medio plazo: Es aquel ahorro que queremos conseguir con algún propósito dentro de un tiempo, en plazos que no suelen ir mucho más allá de los 5-8 años. Por ejemplo, ir ahorrando para un viaje, para una entrada de un piso, para sustituir un coche… Al no necesitar urgentemente nos permite poder usar productos que, aunque tengan más riesgo nos permitan conseguir algo más de rentabilidad como son seguros de ahorro o algunos productos de inversión.
  • A largo plazo: Su objetivo suele ser conseguir un ahorro importante que nos ayude en el futuro complementando los ingresos que tengamos, por ejemplo, por pensiones cuando nos jubilemos. Por ello podemos optar por productos a más largo plazo con los que buscar mayor rentabilidad como todo tipo de fondos de inversión, planes de pensiones o incluso inversión inmobiliaria.
Lo importante es que busquemos la mayor rentabilidad en cada uno de estos tramos.

A corto plazo

Aunque la rentabilidad actual de estos productos sea muy baja, es posible conseguir rentabilidad, moviendo el dinero y buscando y comparando entre ofertas. En general podemos encontrar en:

  • Ofertas promocionales: Ofertas puntuales, generalmente de bancos online, que durante periodos que no suelen ser superiores a un año (el que más se repite es de 6 meses) ofrecen tipos más atractivos.
  • Vinculación de productos: Depósitos que, aunque con algunos límites (especialmente la cantidad máxima que se puede ahorrar), ofrecen tipos competitivos relacionados especialmente con la domiciliación de nómina y otro tipo ingresos.
  • Depósitos de entidades no españolas: Muchos países, especialmente de la zona euro, ofrece esta posibilidad, con la ventaja de que la seguridad es muy elevada, ya que están protegidos por el Fondo de Garantía de Depósitos de cada país que, como en España, cubre hasta 100.000 euros por cliente y entidad financiera.

A medio plazo

En estos casos es importante apostar por productos que, aunque con más riesgo, consiguen una rentabilidad más elevada. En este sentido es importante combinar productos, por ejemplo, ver oportunidades en fondos garantizados (cuya garantía, generalmente de 3-5 años coincide con el plazo de este ahorro) y cuando se consiga esta cantidad consolidarla y combinarla con productos como el seguro de ahorro.

Un seguro de ahorro no ofrece ahora mismo una rentabilidad mucho más elevada a un depósito, pero si permite que formes un capital con aportaciones periódicas por lo que es un producto muy recomendado para el medio plazo.

A largo plazo

En estos casos si debemos jugar más con el riesgo que nos hará conseguir más rentabilidad aprovechando los plazos largos. Estos plazos también van cambiando y con ello debemos de nuevo adecuarlos a los productos que elijamos.

Por ejemplo, si ahorramos para jubilarnos, y nos quedan 25-30 años aún para esta fecha, podemos optar por fondos de renta variable ya sean de gestión activa o indexados, y, a medida que se acerque el momento de jubilación ir disminuyendo el riesgo y consolidando ganancias.

En definitiva, si siempre hay que sacar el máximo partido al ahorro, en momentos de devaluación de nuestro dinero porque los precios crezcan más es aún más importante sacar el máximo partido.

Oportunidades de los préstamos

También en situaciones de devaluación hay que tener muy en cuenta las oportunidades que ofrecen los préstamos. Todo ello en un momento en el que si los precios van subiendo puede ser conveniente realizar la compra que estemos planeando antes de que se encarezca y que, como hemos visto, rentabilizar dinero ahorrado en el corto plazo es muy complicado.

Por ello pedir un préstamo online cuando hay una pérdida de poder adquisitivo o devaluación es una opción económica y ventajosa, explicamos el por qué.

Si pedimos un préstamo, por ejemplo, de 5.000 euros, a devolver en 48 cuotas de 120 euros, esta cuota se mantiene siempre estable en el tiempo, en esos cuatro años. Pero si la inflación crece durante esos cuatros años, esos 120 euros del año cuarto suponen realmente menos dinero.

Si, los precios suben una media del 3% durante esos 4 años, en concreto el equivalente de 103,05 euros, con lo que hasta en muchos casos se puede compensar los intereses pagados y que la financiación, en términos reales, salga sin coste o muy bajo.

Esta ventaja se extiende a todo tipo de préstamos, pero es en aquellos de mayor plazo donde en situación inflacionista se consigue mejores condiciones. Aunque también en el corto plazo, en minicréditos gratis, sin intereses, al no existir ninguna contrapartida solo la devolución de capital, se podría decir que ganamos dinero.

Por supuesto, existe el riesgo de lo contrario, de deflación, que los precios bajen y con ello nuestro préstamo en términos reales salga más caro, pero en general y en países desarrollados es un fenómeno mucho más raro y sujeto a sucesos extraordinarios, como ha ocurrido en los últimos meses con la crisis del COVID en España, desde mayo del 2020 a febrero de 2021, y de escasa duración.


Por todo ello, en circunstancias de devaluación de tu poder adquisitivo el control de tus finanzas personales es tan importante, buscando por un lado las inversiones con las que poder compensar lo mejor posible esta pérdida de valor de tu dinero, en todos los plazos, pero también para aprovechar una oferta de financiación cada vez más amplia, para todo tipo de necesidades y más barata y que en el caso de subida de precios con un coste real mucho más reducido.
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